viernes, 26 de octubre de 2012

Una casa tan grande, para mi #9


Toda mi vida he vivido en casas grandes, tan grandes que cuando hay uno o dos personas se siente vacía, siempre llena de gente, con mucha bulla y voces que hacen retumbar la casa -no porque estén molestas, es que mi familia no modera el tono de sus voces-, casas tan grandes que el peso de la soledad se siente un poquito más, no sé si eso me haya permitido aprender a lidiar con estar solo y disfrutar de la soledad, me gusta creer que si... Lo cierto es que la rutina se le mete a uno por los huesos, levantarme todos los días a las 6am, hacer todas esas cosas que uno hace, bañarse, vestirse, desayunar y esperar que te vengan a buscar para ir a la universidad.

Si, no tengo que levantarme tan temprano, considerando que tengo clases a las 7am, vivo muy cerca de la universidad y por problemas de: "sexo en el carro" mi automóvil está dañado y me ha tocado volver a la vida del peatón, ya saben como es la gente que dice que cuando uno tira en el carro, les cae las mil plagas, bueno no lo creía, ahora dudo un poco. Bueno, la universidad siempre ha sido un desafío por todas las responsabilidades que como dirigente uno adquiere, ese afán de querer estar en todo, de querer resolver todo, de ser tú el héroe, luego volver a casa, tirarte en esa cama inmensa que hacía donde mires hay vacíos que se han vuelto imposibles de llenar, para quedarme dormido instantáneamente...

Despertar con los labios resecos, sufriendo porque se sienten débiles, mis manos secas y yo deseando poder tener el tiempo del mundo para amar a alguien, le tengo miedo a perder el tiempo, a existir y no estar queriendo, a que existas -sí, tú quién quieras que seas- y nunca tener la oportunidad de conocerte a tiempo, miedo a que de repente esta casa gigantesca me caiga encima, me aplaste con la realidad que poco a poco he tenido que ir aceptando, con las ausencias de una persona que aún no conozco y mucho menos sé si existe y sólo tener que conformarme con malos sueños que dejan todo a la realidad.

Toda mi vida he vivido en casas grandes, tan grandes que hacen eco cuando te sienten más vulnerable, tan grandes que se vuelven oscuras y silenciosas, y solo provoca ir de habitación en habitación encendiendo las luces y poner a todo volumen la música para sucumbir tirado en el suelo mirando el techo, alejando con todas las fuerzas los pensamientos de ex indeseados, cero sabor a recaídas, más bien mucha reflexión sobre todo eso que quiero y no estoy dispuesto a dar mi brazo a torcer. Quiero ponerle un rostro a mi "mitad" y dejar de vagar por esta casa inmensa, sólo para mi.

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